Este sábado 15 de marzo se cumplen cinco años desde que se anunció la cuarentena por el COVID-19 en Perú. Un tiempo suficiente para preguntarnos si realmente aprendimos las lecciones que nos dejó aquella crisis.
La pandemia cobró la vida de 220,602 peruanos, con más de 4 millones y medio de casos registrados. Fuimos el país con la mayor tasa de mortalidad per cápita por COVID-19 en el mundo, en gran medida por nuestra precaria infraestructura sanitaria, nuestros débiles sistemas de protección social y la altísima informalidad laboral y económica.
A continuación, analizamos las medidas que adoptamos durante la emergencia. Algunas de ellas fueron útiles, pero otras, aunque bienintencionadas, generaron consecuencias negativas que seguimos pagando hasta hoy.
Medidas de confinamiento: ¿por qué fracasaron?
Las cuarentenas estrictas intentaron contener el virus y reducir la presión sobre los hospitales. Pero la realidad peruana las hizo poco efectivas: la mayoría de peruanos trabaja en el sector informal y vive del día a día, sin contratos ni ahorros. Obligados a elegir entre salud y sobrevivencia económica, millones de ciudadanos rompieron las restricciones, aumentando los contagios. Frases como “prefiero morir de COVID que de hambre” se hicieron comunes.
Ante esta presión social, el gobierno levantó las restricciones antes de tiempo, pero no pudo implementar alternativas eficaces debido a su escasa capacidad operativa y limitada información sobre la población. El sistema de salud colapsó y los contagios crecieron dramáticamente.

El retiro anticipado de fondos de jubilación: pan para hoy, hambre para mañana
Se permitió el retiro extraordinario de los fondos previsionales para aliviar la emergencia económica inmediata. Sin embargo, según datos de la SBS, el 70% de afiliados retiró total o parcialmente sus ahorros para la vejez. Esto representa más de S/65 mil millones (8.1% del PBI).
Casi dos millones de personas retiraron todos sus ahorros y ahora enfrentan un futuro previsional incierto, aumentando la vulnerabilidad social en los próximos años. Con esta medida se resolvió parcialmente un problema inmediato, pero se creó otro más grave a futuro.

Suspensión de clases presenciales: una generación en desventaja
Perú fue uno de los países que mantuvo por más tiempo las clases a distancia. Pero la falta de infraestructura tecnológica y la limitada preparación digital de maestros y estudiantes profundizaron dramáticamente las brechas educativas.
Nuestros niños y jóvenes, según el informe 2022 de la prueba PISA para América Latina, acumulan hoy un retraso equivalente a cuatro años escolares en comparación con sus pares de la región. Esto afecta directamente nuestra productividad laboral futura. Incluso con las mejores políticas educativas, tardaremos años en recuperar el nivel previo a la pandemia.
Medidas económicas para las MYPES: buenas intenciones, pobre ejecución
Los fondos FAE-MYPE, FAE-TURISMO y FAE-AGRO buscaron apoyar a las pequeñas empresas más golpeadas. Algunos créditos llegaron con éxito a miles de beneficiarios, especialmente en comercio, agricultura y turismo. Pero la mayoría de las empresas informales o semi formales quedaron excluidas por requisitos burocráticos difíciles de cumplir.
De los S/800 millones asignados al FAE-MYPE, una parte significativa quedó sin utilizar por las trabas administrativas y la desconexión entre las políticas diseñadas y la realidad económica del país. Muchos emprendedores turísticos y agrícolas no pudieron acceder a los créditos debido a la falta de información, requisitos excesivos o demoras burocráticas.
Cinco años después: ¿realmente aprendimos la lección?
Hoy, marzo de 2025, enfrentamos una dura realidad: pese a haber sufrido una tragedia que desnudó nuestras carencias estructurales, aún ni siquiera hemos comenzado a solucionar los problemas fundamentales que agravaron la crisis. Seguimos sin información precisa sobre los peruanos y sus medios productivos, la informalidad laboral sigue en niveles alarmantes y nuestras políticas sociales permanecen fragmentadas, ineficientes y sin foco.
El tiempo transcurrido era suficiente para iniciar reformas estructurales profundas que nos hicieran más resilientes frente a nuevas crisis. Pero no lo hicimos. La pandemia nos dio dolorosas lecciones sobre la importancia de contar con datos actualizados, reducir la informalidad y mejorar el acceso de los peruanos a la seguridad económica, salud y previsión social. Aun así, estos problemas esenciales siguen pendientes.
¿Tendremos que vivir otra crisis similar para finalmente actuar sobre estos problemas?